se preguntaba, le preguntaron



Eduardo terminó con los pocos kilómetros que corría algunas veces por semana. Enlongó sus piernas mientras se regodeaba en la pseudo culpa  progresista que le generaba entrenar en Puerto Madero. Después detuvo la mirada en las enormes grúas y eligió volver al asombro niño: cómo vuelan los aviones, cómo se sostienen a flote los pesados barcos, y cómo es posible para un hombre construir esas grúas.

Ocupó un lugar en un banco de madera, al lado de un viejo que se estaba tomando la luna. Eduardo esperaba que el devenir de preguntas internas lo arrastre hasta algún lugar interesante. ¿Cómo puede existir un barrio tan limpio en medio de una ciudad sucia? ¿Cómo es posible un lugar tranquilo en una ciudad insegura? ¿Cómo hay armonía en una ciudad donde reina el desorden? 

Empezaba a irse cuando creyó escuchar al viejo: "¿Cómo es posible un barrio de lujo arriba de un país pobre?" No tenía respuesta, siguió caminando. El viejo tampoco sabía responderse, y le quedaron los ojos tristes.


5 comentarios:

  1. La verdad que me gusto mucho Pablo, hasta me imagine ver esa situacion, que loco...segui escribiendo!, explota todo ese talento!.

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  2. Pensé que iba a leer una personificación de la grúa.

    Quizás la grúa nos está personificando a nosotros.

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  3. qué lindo lo de tomarse la luna

    ah, y cada vez más me parece que necesariamente las ciudades ricas están edificadas sobre las ciudad pobres (vaya novedad, no?)

    abrazo de gol!

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  4. El mundo está lleno de paradojas. Me gusto mucho :)

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