Juan Molina y Vedia, grosso contemporáneo



“...mis ideas sobre la utopía tienen un rasgo de pesimismo bastante grande, unido a un optimismo, porque yo creo que nosotros vivimos dominados pero no entregados...”

gral belgrano


tomamos los mates y nos miraba el salado

Casandra

hongos


una vida, mínima 
apenas la vida
así de chiquitita

una lección simple

Llegué a la parada del 176, había una sola persona aguardando la llegada del maldito Mercedez azul. La falta de una larga fila indicaba que mi espera sería de aproximadamente 2 o 3 notas de página, o página y media. Ocupé el correspondiente segundo lugar y comencé la lectura del diario del día.

Cuando levanté la mirada nada era como antes, al parecer sucumbí a una involuntaria siesta matutina. Lo primero que llamó mi atención fue el fuego, hasta ese día nunca había visto un incendio tan de cerca. El mozo del bar se estaba quemando vivo, cruzó la calle desesperado para terminar de cabeza en una zanja, dicen que esa caída le provocó la muerte, yo creo que se cocinó de a poquito. “Claro, en esa situación es imposible que el tipo recuerde que gracias a las obras del Intendente, hace tiempo que por ese lugar ya no corre agua”, reflexioné en voz alta, pero nadie pareció escucharme. Mucha gente gritaba, recuerdo particularmente a una mujer, tendría unos cuarenta y tantos, me gustó mucho. Quise mostrarme galante y le ofrecí buscar su brazo entre los demás pedazos de cuerpos ajenos, pero no paraba de gritar, y eso me molesto bastante, preferí dejarla sola. A veces pienso que los dos perdimos la posibilidad de comenzar una linda historia.

Después de cuarenta minutos entendí que el colectivo no iba a pasar por ahí. El avión se había estrellado de tal forma que un montón de pedazos de material con que se hacen los aviones ocupaban prácticamente toda la avenida. El poco lugar que quedaba libre para circular era utilizado por ambulancias y bomberos, que desconsideradamente entorpecían el tránsito en un horario tan complicado. Tomé fuerzas, y caminé las tres cuadras que separan esa esquina  de mi casa. Cuando llegué mi hijo miraba, en el noticiero, lo que estaba pasando a apenas unos metros de ese sillón que estaba frente al televisor. Le pegué bastante fuerte, creo que un poco sangró, con cada golpe él soltaba un grito pidiéndome que me detenga, pero me mantuve firme; y lo mandé a ver de cerca el avión destruido, a que huela la sangre quemada. “La televisión aleja a las personas de la realidad, no podés ver todo a través de la pantalla”, le grité mientras se iba. 

naturaleza viva


No se llamaba Pepe, pero era bastante buena onda.

reflexión tardía

Hace algunos años comenzaron a transmitir una nueva serie por televisión. Los días que la emitían yo ya tenía un programa preferido, y por eso la dejé pasar. Cuando llegó la segunda temporada se habían publicado unos cuantos artículos sobre esta novedosa producción, pero en ese momento yo había dejado de tener cable.
Transcurría la tercera temporada, mucha gente hablaba de este programa, y ya estaba entre nosotros la maravilla de comprar el paquete en 6 discos. Ese fue el momento en que mordí el anzuelo, vi las dos primeras temporadas en cinco días. Setenta y dos horas  después ya estaba a tiro con la tercera, y a partir de allí la seguí palmo a palmo, junto a otros tantos millones en el mundo. Éramos corderos rumbo al matadero, pero esto lo supe unos años después.
La historia era fascinante, misterio, muchísimo misterio, uno atrás del otro aparecían los enigmas. Nos rompíamos la cabeza buscando alternativas, para desenredar los hilos de algo que parecía embarullado por un genio, porque sólo un genio podría sembrar tantas preguntas, y conocer todas las respuestas.
Debo reconocer que quizás quisieron advertirnos que no conocían absolutamente todas las respuestas, pero en ese momento pensé que al menos sabían unas cuantas. Yo puse buena voluntad, porque incluso acepté que los guionistas pongan a nuestros héroes a viajar en el tiempo. Y eso ya era romper algunos códigos.

/La última oración del párrafo anterior merece una explicación ¿A qué códigos me refiero? Por eso dedico este apartado para exponer mi teoría:
Si yo veo la película de Superman, acepto ciertas premisas desde el comienzo. A saber, el más elemental: el tipo vuela y tiene una cantidad de súper poderes. Entonces no pretendo que nadie me explique por qué puede detener un tren con su dedo meñique, ni a quién se le ocurre esa fantochada de que pueda mirar a través de las paredes, y no se detenga en ninguna señorita.
Hay códigos que uno acepta cuando decide ver, o leer, algo del género fantástico o de ciencia ficción. En cambio puedo sentarme a ver un policial, y que me tengan toda la película con el protagonista resolviendo casos y descubriendo pistas que a todos se nos pasan por alto. Si estoy esperando el momento en que nos cuenten cómo lo hace, y faltando 10 minutos resulta que el detective tenía la capacidad sobrenatural de ver la última hora de vida de la víctima.... quiero romper todo. Eso es romper códigos.
Hasta acá el apartado, continúo con mis líneas dedicadas a la afamada serie de televisión./

Llegada la última temporada todavía me quedaban esperanzas, aunque perdían peso capítulo a capítulo. Y el final fue el colmo de las estafas, la humillación de saberse engañando. Todos esos misterios, tantos enigmas, la gran cantidad de pequeñas historias con sus geniales giros irresueltos, todo, pero absolutamente todo, acabó con una sola y destructiva respuesta: “Estaban muertos”. Que fácil escribir cientos de maravillosas páginas, con indescifrables recovecos, cuando el autor mismo no conoce el origen de su fábulas, o peor aún, decide darle una explicación tan básica.
Reconozco que fui el único que se sintió estafado entre mis allegados, y la respuesta que más escuché aquellos días tenía forma de pregunta y era la siguiente: “¿Pero quién te quita todas esas temporadas frente a la pantalla?” 

Yo sé perfectamente quien me las quito, lo que quiero es que alguien me las devuelva.


[Esta maravillosa imagen no la hice yo, sino que la tomé prestada subrepticiamente de http://undiaperonista.blogspot.com/ ]

relaciones bilaterales

-lo curioso fue que aquel día usted prefirió no ponerse la barba.
-¿vos tenés ganas de jugar a la escondida? porque si no tenés ganas es lo mismo que un pingüino
que no quiere estar en el agua.
-no entendí el ejemplo.
-no es un ejemplo, es una parábola.
-jesús hablaba en parábolas.
-pero si vos sos ateo...
-me refiero a jesús como personaje literario.
-¿no te importa si jesús existió?
-si,claro.
-¿y entonces?
-¿entonces quién?
-qué.
-¿qué que?
-que se dice "entonces qué".
-por eso.
-¿por eso qué?
-lo que digo es que eso no es una parábola, jesús las usaba bien.
-bueno, entonces compremos 100 de salame y 100 de queso.
-si, yo como te digo una cosa te digo la otra, y en esto tenés razón.
-yes, my friend. The beautiful gente.

Así desparramaban la vida, a pura locura y felicidad.

Un bar

Un bar viejo, hundido en el medio de San Telmo. Hace décadas que se sirve café en esa esquina, mucho tiempo antes de que sea un barrio de exportación. Cuando a nadie le resultaba muy cool comprar cosas usadas en la feria. Incluso antes de que la palabra cool tuviese algún sentido para las porteñas almas que transitan allí sus historias. Agustín ocupa una mesa cerca de la puerta. Con una mano sostiene la taza blanca, de esas que  no son tan blancas, adentro se enfría un café con leche. Busca algo en sus pensamientos, pierde la mirada por la ventana, enseguida vuelve los ojos a la pequeña computadora  que tiene en frente y escribe. “Un bar cualquiera de Buenos Aires, aunque en verdad no es un lugar cualquiera, es un bar con onda vieja en San Telmo.”
Juan es el dueño del lugar, no llega a los cuarenta y parece romper con la imagen esperable del hombre con autoridad detrás del mostrador. Pero no es así, sólo la edad lo distancia del arquetipo, hace todo lo que tiene que hacer el dueño de un bar como este. Habla fuerte, casi gritando, y se putea con el cocinero. Despotrica indignado contra el director técnico del club que lo apasiona. Aclara que todos los políticos son iguales, y que él toda la vida se rompió el lomo laburando, nadie le regaló nada.

- Vos que sos gallego –lo interpela Alberto- ¿por qué no averiguás con la embajada? Parece que te llevan a visitar.
-Yo no soy gallego, soy bonaerense –responde Juan exagerando un poco su indignación- A Mar del plata me voy, ¿qué me venís con España? En el uno a uno me podía ir a cualquier lado de vacaciones, ¿sabés a dónde me iba? ¡A Mar del plata! La concha de su madre…

Festejan con carcajadas la respuesta, Alberto también se ríe, y no vuelve a sugerir el viaje. Miguel, Jorge y Alberto pasan la tarde, y a veces también la noche, acodados en la barra de Juan. Los tres están sin trabajo, y lidian ahí con sus penas. Agustín ve la escena de lejos, relee en el monitor lo ya escrito, y agrega: “Es habitual encontrar a un grupo de amigos disfrutando de unos tragos, resulta inevitable comparar la escena con una tarde en un café neoyorquino”
Los bigotes prolijamente cortados, finitos, la cara demasiado limpia y con sonrisa. Un suéter de rombos, aunque nada clásico, más bien arriesgado, rombos de muchos colores. El pantalón ajustado, de una tela indescifrable, y las zapatillas sin marca, obra de algún diseñador independiente. El día está nublado y no dudó en cargar su paraguas grande, con mango de madera, parece bailar con él mientras camina. Recorre la vereda  frente a las ventanas del bar, y da vuelta en la esquina. Los cuatro de la barra lo miran asombrados. Agustín ve toda la escena y escribe. “La moda está a la vanguardia en este rincón de Buenos Aires, lo clásico convive con la última tendencia europea. Algunos se animan a lucir estilos desprejuiciados, y otros los observan admirados. La convivencia es armónica y tolerante”.
El caminante se aleja, Jorge mira a sus tres amigos y sentencia: “Se nos llenó el barrio de putos”.
            

una de palomas


Las palomas me resultan indescifrables, se comportan como si conocieran enteramente el por qué de sus movimientos. Sospecho que ignoran, a fuerza de rebeldía, el gobierno de su instinto. 


Estas llamaron especialmente mi atención. 
Dos palomas un domingo de lluvia en una desierta estación de ferrocarril, sin nadie a la vista que les tire unas miguitas. A cualquiera le resultaría extraño, por eso decidí fotografiarlas. Estoy convencido de que lo notaron.  

se preguntaba, le preguntaron



Eduardo terminó con los pocos kilómetros que corría algunas veces por semana. Enlongó sus piernas mientras se regodeaba en la pseudo culpa  progresista que le generaba entrenar en Puerto Madero. Después detuvo la mirada en las enormes grúas y eligió volver al asombro niño: cómo vuelan los aviones, cómo se sostienen a flote los pesados barcos, y cómo es posible para un hombre construir esas grúas.

Ocupó un lugar en un banco de madera, al lado de un viejo que se estaba tomando la luna. Eduardo esperaba que el devenir de preguntas internas lo arrastre hasta algún lugar interesante. ¿Cómo puede existir un barrio tan limpio en medio de una ciudad sucia? ¿Cómo es posible un lugar tranquilo en una ciudad insegura? ¿Cómo hay armonía en una ciudad donde reina el desorden? 

Empezaba a irse cuando creyó escuchar al viejo: "¿Cómo es posible un barrio de lujo arriba de un país pobre?" No tenía respuesta, siguió caminando. El viejo tampoco sabía responderse, y le quedaron los ojos tristes.


De cuando picaporte y peine ya no se amaron.



mi primera experiencia con la imagen en movimiento

Foto encontrada


Esta fotografía, descubierta recientemente por los investigadores, lo muestra distendido, absolutamente relajado, podría decirse que casi alegre. Sin embargo minutos después estará muerto. 
La imagen desacredita las versiones que hablan de suicidio.

Todo esto se dijo de él aquí mismo.

agua, otra vez


Si estuviese ahora sacando esta foto sería feliz.

Siempre encuentro la felicidad un poco más adelante o algo más atrás, es un problema que tengo.

San Telmo

 

"No a la degradación de San Telmo. No a la salada en la calle Defensa". Esto opinan algunos vecinos comerciantes en el barrio. 

Al margen de lo que podría inferirse sobre el pensamiento de quienes colgaron ese pasacalle; otros vecinos pensamos que nos encanta que Defensa se llene de artesanos, artistas callejeros y vendedores ambulantes.

Parafraseando a arbolito acá va nuestro cartel: "La calle es de la gente, pobre del que no lo sabe y no lo siente"

Bienvenidos a invadir Defensa y sus veredas todas.


Cuando la vida se parece un poco más a lo que queremos

ganó uruguay, y me los imagino contentos. contentos como el día que asumió este presidente con cara de buenoaesteselocomencrudo, y que sorprendió a todos porque es viejo pero fuerte. uruguayos contentos, como mi papá contento, festejando el gol casi subido a upa. la celeste contenta porque está otra vez donde tiene que estar, porque pasó demasiado tiempo y ya era hora. ya era hora que uruguayquenonino. contenta la américa, la del sur, la de abajo. contentos todos porque uruguay, porque chile, porque paraguay, porque argentina, y si... porque brasil también. porque los de abajo un rato arriba, porque si.

Y un verano tuvimos una banda de rock!



Nos juntamos, ensayamos, viajamos al sur, tocamos, nos enfiestamos, la pasamos muy bien, volvimos, y nos separamos.

Lo que a muchos les lleva más de 10 años nosotros lo liquidamos en seis meses. Y encima nos ahorramos todo el quilombo de sonar en las radios y los trámites de SADAIC.

Se los recomiendo, el próximo verano tengan su banda de rock.

una de árboles

El barrio está lleno de árboles todos iguales. Fueron plantados al tiempo que se construían las casas, también iguales. Hogares en cuotas por obra y gracia del estado hermoso. Créditos de Perón para los trabajadores. Para que los negros levanten el parquet y hagan asado. Miguel hace buenos asados; aunque nunca lo vi usar el parquet. Será porque no es peronista, si no lo querés hasta te puede parecer medio gorila cuando habla. Conocí hombres que citan elegantemente al General, y se escandalizarían de escuchar a este trabajador. Pero conozco a alguien muy peronista, y seguro se queda con Miguel, el que no habla de Perón.

un barrio donde los árboles eran todos iguales, árboles comunes parecían, árboles sin nombre. todas las veredas iguales, todos los jardines iguales, todas las casas iguales. otoños con todas las hojas igual de amarillas, igual de secas. brotes de primavera, de vida naciente, empezando verdes hojas, iguales a las hojas verdes de todos los árboles iguales. un sólo colectivo, de un sólo color, un sólo bondi, solamente una línea, un sólo número. 1114 el modelo de una sola marca, fileteados iguales, que recorren las mismas calles, las mismas mañanas, las mismas tardes, las mismas noches, en el mismo barrio. el que tiene los árboles iguales. creció creyéndolos sin nombre, árboles pobres, sin lugar en las clasificaciones, no preguntó. son árboles iguales, con eso alcanza. caminó grande, aprendió algo, todo tiene nombre, y esos árboles se llaman Fresnos.

Volvió al barrio de casas iguales, y los árboles ahí estaban, más grandes y más iguales que nunca, que siempre, que a veces. Los encontró señoriales, como si alguien ya les hubiese contado, pero no quiso darlo por hecho. Cuadra a cuadra, se detuvo en cada vereda, en cada jardín, y uno a uno se los fue contando. Tienen nombre, y no cualquier nombre. Fresno es un nombre delicioso, ya quisieran los gomeros llamarse tanto, se le nota la envidia a los palos borrachos, se deshace aquel sauce llorón al escuchar la noticia. Les quedan por delante una cantidad de ramas nuevas de Fresnos, hojas verdes de Fresnos, mates a la sombra de los Fresnos. En las veredas que ya no son tan iguales, de las casas distintas de aquel exclusivo barrio. Donde reinan los frondosos y cautivantes Fresnos.

Elocuente

Volvimos, ¿volviste?

Estuve enchulando el blog, y quedó soñado. El banner del encabezado es una gentileza del gran Mat!, pueden visitarlo por acá.

Quiero contarles que en mi vida en general, y en este blog en particular, cuento con el permanente asesoramiento técnico y espiritual del buen Franky.

En breve.... nuevos, hermosos y novedosos posts.

Mientras tanto les dejo este documento descubierto -pegado en un vidrio- cerca de casa:



¿TEA no era otra cosa?

No sé si el lo sabe

caminos inciertos de un mundo extrañado

tan poco sabían de aquella mirada

los atolondrados pasajes de un pichón inexperto

y las inevitables caídas de los halcones en vuelo


todos los días esperando el fin de semana, todo el año esperando las vacaciones, toda la vida esperando la jubilación.

¿qué esperás?

cande


Dame diez de estas que no crezcan y cambiamos el mundo