Empezaste a leer. "Descubrí un gran autor", exactamente esa frase llegó a tu mente, pero nada de eso. Avanzó el relato y apenas alguna que otra palabra bien puesta.
La música te cegó, y te arrastraste como las ratas de Hamelín detrás de aquel feroz embaucador, por suerte no llegaste a ahogarte, pero te metiste hasta el cuello.
Da risa pensar que aprendiste algo, pero allá vas, atrás de lo que te juran es un barrilete que vuela bien alto. Ajustás los tiros y le encerás el hilo con cuidado, esto último es muy importante si se quiere ir lejos, así no se corta. La cola te parece demasiado larga, le sacás algunos trapos, listo.
Y ahí estás de nuevo, con otra ilusión entre manos.